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Cuba, una Obsesión Norteamericana. Por Fabian Escalante

Manifestante carrega retrato de Fidel Castro em ato em defesa da Revolução Cubana em 17 de julho de 2021 – YAMIL LAGE / AFP

Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han sido conflictivas desde épocas pretéritas debido a sus añejas ambiciones geopolíticas. La doctrina Monroe[1], promulgada por Norteamérica en el primer tercio del siglo XIX preconizaba su derecho neocolonial sobre los países del Continente. Cuba al independizarse de España, les correspondía, en tanto estaba situada en el área de su influencia. La independencia cubana fue lograda por el sacrificio y la sangre de sus hijos, muchas veces, con la cómplice ayuda de ese país a la Metrópoli, quien solo decidió tomar partido, cuando las fuerzas cubanas habían prácticamente vencido al ejército español.

 La intervención militar norteamericana que puso fin a la guerra, instaló un gobierno provisional, que luego de unas elecciones en la que los patriotas fueron relegados y divididos, dieron paso a una Republica mediatizada. Nuevas intervenciones y finalmente una enmienda constitucional que le otorgaba el derecho a intervenir militarmente cuando así lo consideraran,  abrieron una era neocolonial en nuestra patria, frustrando definitivamente la independencia y soberanía nacional.

 Iniciado el siglo XX, Estados Unidos impuso varios gobiernos y dictaduras corruptas por casi medio siglo, que les garantizó el control político, económico y social de la Isla, asegurando así, que la “fruta madura” cayera en su patio. Nunca se llegó a desarrollar una industria nacional, solo una burguesía intermediaría que actuaba como capataz de los capitales norteamericanos, mientras el movimiento social y revolucionario luchaba contra los tiranos de turno y por reivindicaciones económicas,  sociales y políticas, constituyendo uno de sus logros cimeros, el derrocamiento de la dictadura de Gerardo Machado en 1933, la creación de la central de trabajadores y la constitución de la Republica promulgada en 1940.

Para esos años, el capital norteamericano, encabezado por Nelson Rockefeller, había sentado sus reales en el país, mancomunado con el sindicato del crimen de Estados Unidos, que utilizó la producción de alcoholes para violar la ley “seca” vigente en ese país. A partir de entonces, una triada compuesta por los “inversionistas” norteamericanos, la Mafia y los gobernantes de turno, se adueñaron del poder y diseñaron un futuro de corrupción y entreguismo a la Nación cubana.

No es ocioso entonces, hoy que Estados Unidos perfecciona sus estrategias para doblegar la resistencia del pueblo cubano, repasar algunos momentos culminantes de aquella historia, cuando el gobierno norteamericano y sus aliados, intentaron frustrar el movimiento revolucionario que se gestaba en los inicios de la segunda mitad de siglo.

En 1950 un prominente mafioso, Meyer Lansky[2], hizo tratos con el gobierno autentico[3] de Carlos Prio para, por 250,000 dólares, posibilitar el regreso a Cuba de Fulgencio Batista[4] de su exilio floridano y dotarlo de inmunidad parlamentaria por medio de un acta de senador de la República. Era su hombre de confianza en la Habana, para cualquier eventualidad. Luego, al percatarse el “vecino” del norte  y sus mafiosos, de la inestabilidad política del gobierno de Prio, provocada por la dramática corrupción y latrocinio  imperante y la posibilidad de una eventual explosión popular, propiciaron el golpe de estado ejecutado por Batista en marzo de 1952. Ello le dio las garantías necesarias para mantener las prebendas y privilegios con que contaban, a lo cual se uniría el proyecto de la Mafia para hacer en la Isla, “Las Vegas del Caribe”, un entramado de casinos de juego, prostitución, tráfico de drogas, abortos ilegales, gansterismo y corrupción generalizada, las cuales devinieron en realidad cotidiana.

La inversión norteamericana creció vertiginosamente y en 1957 alcanzó los 2,000 millones de dólares, mientras que el gobierno de Batista  en pos de facilitarlas, utilizó 100 millones de dólares de los fondos públicos para infraestructura viales y de turismo.

El Narcotráfico y consumo de drogas se incrementó en aquel periodo. Durante su primera etapa Cuba servía de escala a la heroína que desde Europa era enviada a Estados Unidos, luego, al inaugurar el gobierno cubano,  una línea aérea Habana-Camagüey-Medellín, la cocaína  copó el mercado norteamericano, desplazando a la heroína y adicionalmente comenzó a consumirse en la Isla.

La Industria del Ocio, según Graciela Pogolotti[5], “se expandió por todo el país, los garitos, puntos de encuentros de una prostitución  calificada y los centros de negocios de la Mafia se multiplicaban por todas las capitales provinciales. En aquel escenario, el gobierno diseñó un plan director para el desarrollo Turístico, denominado la ley de Planificación Nacional, mediante el cual se diseñó planes urbanísticos dirigidos a desarrollar la infraestructura de Varadero, Trinidad, Isla de Pinos y la Habana del Este y proyectó un nuevo Palacio Presidencial entre el Morro y la Cabaña. La función turística se potenciaba en el desarrollo hotelero frente al malecón habanero y se reforzaba con la creación de una  Isla artificial (frente a la desembocadura del rio Almendares) para acoger nuevas instalaciones para el ocio, hoteles, casinos y comercios. Se proponía la prolongación de la calzada de Jesús del Monte a través de la calle Muralla y la ampliación de la calle Habana directamente conectada con el túnel de la Habana, se eliminaban las manzanas entre Lamparilla y Amargura para crear un Paseo ajardinado desde el Capitolio hasta el Puerto”.

Para entonces, en la ciudad de la Habana había 270 burdeles registrados y más de 11,500 prostitutas certificadas, que comparadas con las 40,000 existentes en la ciudad de Nueva York 8 veces mayor que la capital cubana, resulta estremecedora.

Al momento del triunfo revolucionario, el 23 % de la población mayor de 15 años era analfabeta, solo el 55% de los niños entre 6 y 14 años estaban matriculados en una escuela, un millón de habitantes de los 6 que habían, no tenían aprobado ningún grado de escolaridad, la población menor de 15 años tenía menos de 3er grado, 600,000 niños carecían de escuelas y 100,000 maestros no tenían trabajo.

Un solo ejemplo nos muestra la injusta distribución de las tierras cultivable en el país. En la Ciénaga de Zapata, de las 25,000 caballerías laborables existentes, solo 273, es decir el 1.15% estaba en manos de los campesinos.

En la ciudad de la Habana, altos edificios, mansiones, hoteles, casinos de juego, repartos lujosos florecían, mientras que villas miserias o favelas se adueñaban de  las periferias capitalinas a donde iban a parar los pobres, desempleados y campesinos que llegaban por miles, a probar fortuna, deviniendo en mano de obra barata y descartable. Sin embargo, vista desde un avión, la azotea de un lujoso hotel o de un barco de turistas, la capital cubana deslumbraba, ocultando sus vicios y podredumbre.

Estados Unidos, además del poder económico y político, había organizado un mecanismo para el control social, teniendo en cuenta los antecedentes revolucionarios de los cubanos. La policía y los cuerpos represivos especializados contaban con asesores y logística necesaria para sus actividades. El ejército, era entrenado y armado por las misiones militares norteamericanas asentadas en el país. Un centro para la desinformación manejado por un espía de la CIA[6], se ocupaba que los principales medios de difusión recibirán las informaciones convenientes y la sociedad de consumo exaltada y fanatizada hacia el resto, en función de adormecer la sociedad.

La estación de la CIA en la Habana contaba con más de dos decenas de oficiales operativos en su embajada y otros tantos agentes bajo “cubierta  profunda” ubicados en puestos claves en la sociedad habanera de entonces. William Caldwell, agregado diplomático, era el jefe de la estación, mientras que el embajador, Arthur Gardner, devenía en el alabardero ante Washington  del régimen batistiano. Un par de párrafos de un libro escrito por el veterano agente CIA Howard Hunt, luego activo participante de la agresión contra Cuba, refería una reunión en la Habana en diciembre de 1956, que mostraba pintorescamente el escenario de entonces:

“Veinte de nosotros  estábamos sentados en la espaciosa oficina del honorable Arthur Gardner, embajador de Estados Unidos en Cuba. A través de las altas ventanas podíamos mirar hacia el mar y ver los yates y botes de pesca mecerse en el Caribe. Debajo, el malecón habanero, autos del último modelo transitaban rápidamente entre los turistas que paseaban con sus coloridas ropas de vacaciones. El aire era frío en aquella mañana de diciembre de 1956, pero el sol era brillante y muchos de nosotros deseábamos pasar la tarde nadando en las playas de Mariano.

“A excepción del embajador Gardner todos éramos oficiales de la CIA, salvo algunos funcionarios del cuartel general, jefes de estaciones en América Latina y el Caribe. Durante tres días habíamos estado participando en una reunión regional, cuyo lugar de celebración anual, era escogido sobre la base de la accesibilidad de los participantes, así como de ausencia de embajadas comunistas.  Nuestra reunión anual llegaba a su fin y asistíamos a una reunión de cortesía del embajador.

“Nuestro jefe de División el coronel JC King daba al diplomático los puntos de vista de la CIA, cuando un ayudante de la embajada penetró y le susurro algo a éste.  Al retirarse el mismo Gardner nos dijo que el presidente Batista le había informado que un bote cargado de revolucionarios había sido hundido en la provincia de Oriente y que los sobrevivientes eran perseguidos por el ejército y la fuerza aérea. El líder de la banda era un antiguo agitador, Fidel Castro, quien estaba entre los muertos. “Virándose hacia King, Gardner dijo: “ese nombre me es familiar… no estuvo Castro involucrado en las revueltas de Bogotá? “Profundamente involucrado” asintió King. El famoso bogotazo…”

Al año siguiente, 1957,  muy cerca de la ciudad de Nueva York, en una localidad denominada Apalachin, el FBI “sorprendió”[7] una reunión de los jefes mafiosos de todo el país, que entre otros asuntos, puntualizaban las competencias de cada “familia” en las actividades de juego, prostitución y  tráfico de drogas en la Habana.

La embajada norteamericana utilizando la cobertura de un programa de agricultura denominado “Punto IV” dirigía a sus los diplomáticos y oficiales de la CIA en la recolección de información en todo el país, reclutaba y entrenaba a sus agentes y realizaba acciones encubiertas destinadas, unas al apoyo del gobierno de turno y otras a “estimular” la “oposición blanda”, en búsqueda de alternativas políticas.

El 10 de marzo de 1952, Fulgencio Batista y un grupo de oficiales del ejército, con el apoyo de Estados Unidos, dio un golpe de estado asumiendo el control político y disolviendo los poderes establecidos, ante la inercia y la falta de acción de los mismos. El entonces presidente, Carlos Prio, se negó a entregar armas a los universitarios y al pueblo, dispuestos a defender la Patria.

El descontento social contra el golpe de estado de Fulgencio Batista fue creciendo. Desde los primeros días, el joven abogado Fidel Castro lo denunciaba ante el tribunal de garantías constitucionales. La Universidad habanera y otros centros de estudios hervían en indignación contra los golpistas. Para nadie era un secreto que detrás de ellos se escondía la mano de Washington, que buscaba una estabilidad social necesaria para sus inversiones. Rápidamente se fue articulando un movimiento de resistencia encabezado por un grupo de jóvenes del Partido Ortodoxo, junto a otras fuerzas políticas,  que en actos de protestas y repudio van a estremecer a la Isla, creando las condiciones revolucionarias para una nueva etapa.

El asalto por Fidel Castro y un grupo de jóvenes martianos a los cuarteles Guillermón Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en el oriente cubano,   inició una nueva etapa de la Revolución que comenzara en 1868, por los mambises cubanos. En su autodefensa en el proceso judicial incoado por tales acciones, Fidel explicaría cuáles eran los objetivos perseguidos, en el conocido manifiesto “La Historia me Absolverá”, que devendría en bandera y programa de combate de nuestro pueblo hasta la liberación final.

La CIA y otras Agencias norteamericanas, teniendo en cuenta el desarrollo revolucionario existente en el país,  comenzó a trabajar en tres direcciones fundamentales: la guerra sicológica, con fuerte acento anticomunista, para manipular los prejuicios socio políticos existentes y endilgar a los revolucionarios el calificativo de “asalariados” de intereses foráneos de una potencia extra continental; fortalecer policial y militarmente a Batista, aumentado las entregas de armamentos y asesoramiento para el exterminio de los focos rebeldes y resistencia urbana; y finalmente un operativo que consistía en crear una “oposición insurreccional”, que incluía la formación de una zona guerrillera en el Escambray cubano, que llegado el caso, frustrara el proyecto de trasladar la guerra de liberación hacía el occidente del país, al tiempo que desacreditar a los rebeldes, provocando desmanes y crímenes entre la población campesina.

Para la primera tarea se escogió al veterano de Chile y Guatemala David A. Phillips, quien años después, llegaría a ser jefe de la División del Hemisferio Occidental en la CIA,  el que operando desde una oficina de relaciones públicas ubicada en la calle Humboldt, en la céntrica Rampa habanera, junto a su red de agentes locales, debía dirigir una campaña de subversión política e ideológica a través de los principales medios de prensa, radio y televisión local. Artículos, charlas, conferencias en Universidades y escuelas, sociedades culturales y fraternales, reclutamiento a personajes de los medios televisivos y culturales en fin todo lo que estuvo a su alcance fue utilizado para tales fines.

Por su parte, Alan Dulles, jefe de la CIA, viajó a la capital cubana entrevistando a los principales jefes policiales, a los cuales recomendó la creación del Buró para la Represión de Actividades Comunistas, BRAC, como el medio más eficaz para exterminar al movimiento revolucionario, estableciendo cursos de entrenamiento para los oficiales a cargo de esas tareas y proveyéndolos de abundantes recursos.

Paralelamente crearon una formación paramilitar “los tigres” capitaneados por un “colaborador” de la embajada, Rolando Masferrer Rojas, quien llegaría a cometer cientos de crímenes a lo largo y ancho del país, a los fines de debilitar al movimiento revolucionario e instaurar el terrorismo de estado. La misión militar norteamericana elevó su plantilla dentro del ejército nacional y un importante asesoramiento y  ayuda en equipos y armamentos fue entregado a partir de entonces a las fuerzas militares del Tirano.

Una guerrilla “revolucionaria”, resultó ser la “joya de la corona” en los planes subversivos para enfrentar el auge revolucionario en el país. Para tal misión designaron a Eloy Gutiérrez Menoyo y un grupo de politiqueros, muchos provenientes de las organizaciones auténticas desplazadas del poder[8]. Así nació, contra natura, el “II Frente Nacional del Escambray”, de triste recordación de los campesinos de las comarcas donde operó, por los abusos y desmanes cometidos, que los hicieron acreedores del calificativo popular de “come vacas” pues robar ganado era una de las “acciones militares” preferidas. Un letrero a las puertas de su campamento principal los definía: “Prohibida la entrada a los Comunistas”. Dos norteamericanos bajo contrata de la CIA, William Alexander Morgan y John Maple Spiritto, eran los encargados de controlar a los “rebeldes del nuevo “frente””.

Mientras, el 17 de febrero de 1957, pocas semanas después del desembarco del Granma, Fidel Castro, aún con una pequeña tropa de 20 hombres, perseguido y acosado por las fuerzas militares de la Tiranía, se entrevistaba con el periodista Herbert Mathew, del New York Times, para exponer a la opinión pública mundial y norteamericana los motivos y razones de aquella guerra que recién comenzaba.

Cuatro meses más tarde, el 11 de julio Celia Sánchez[9] le informaba al líder cubano que “Ese mediodía Frank (País)[10] recibió aviso urgente de María Antonia Figueroa[11] informando que el vice cónsul norteamericano (agente CIA) en Santiago de Cuba, Robert Wichea deseaba establecer contacto con el comandante en la Sierra junto con otro norteamericano que no conocía.

En esos días el Fidel Castro trabajaba con otros compañeros en un documento que se denominó “El manifiesto de la Sierra Maestra” que con fecha 12 de julio constituyó una declaración de principios políticos de singular trascendencia histórica, que definía con meridiana claridad la posición del movimiento 26 de julio frente a “pactos” mediadores y golpes militares, que ignorando la lucha desencadenada en la Sierra, pretendían buscar una salida independiente a la situación que existía en el país.

Fue entonces que recibió la carta de Frank, donde éste puntualizaba: “ya yo estoy arisco con tanto movimiento y conversaciones de la embajada. Creo que convendría cerrarnos un poquito más, nunca perder el enlace, pero no darle la importancia que se le está dando, pues veo que se están introduciendo y no veo claro sus verdaderos fines. Tengo recelos de otra mediación”[12].

El sábado 20, Fidel escribe su respuesta a los planteamientos de Frank. En ella, entre otros asuntos puntualizaba: “no pongo ninguna objeción en la probable visita de un diplomático norteamericano a la Sierra, pues ello constituiría un reconocimiento de beligerancia de las fuerzas revolucionarias y una victoria más contra la tiranía, siempre y cuando se sepan mantener en alto la dignidad y la soberanía nacional”. Y añade: “que nos hacen exigencias?, las rechazamos, que desean conocer nuestras opiniones?, las exponemos sin temor alguno, que desean estrechar lazos de amistad con la democracia triunfante en Cuba?, Magnifico!. Eso es síntoma de que reconocen el desenlace final de esta lucha. Que nos proponen una mediación amistosa?, responderemos que no hay mediación honrosa, ni mediación patriótica, ni mediación posible en esta lucha”[13].

Por otra parte, el Dpto. de Estado había considerado necesario implementar dos medidas adicionales al proyecto subversivo; una, sustituir al embajador de entonces, Arthur Gardner, un connotado batistiano por el experimentado Earl Smith y la otra asignada a la CIA que debía reforzar su contingente en la embajada con un grupo de operativos veteranos de la operación “Éxito” que en 1954 derrocara al gobierno de Jacobo Arbens en Guatemala, encabezados por David S. Morales, David Phillips entre otros.

Por su parte,  los mafiosos encabezados por Santos Traficante Jr, hombre de confianza de Meyer Lansky trataban por todos los medios de acceder y corromper las estructuras revolucionarias, aportando recursos financieros e incluso, llegado el caso, “casas de seguridad” para acoger a revolucionarios prófugos y así ganar sus simpatías.

Mientras, la dictadura de Batista, como resultado del fortalecimiento de la guerra liberadora desatada en la Sierra Maestra y el incremento de las acciones del movimiento clandestino en ciudades, pueblos y montañas,  comenzó lentamente a desmoronarse y por tanto a incrementar la represión. En ese periodo varias acciones de grupos y organizaciones antibatistianos tendrán importantes repercusiones en la sociedad cubana tales como los asaltos al Palacio Presidencial, al Cuartel Goicuria de Matanzas y el desembarco por Oriente de la expedición del Corintia, los cuales fueron reprimidos y masacrados con saña y alevosía.

Para mediados de 1958 las fuerzas rebelde de Fidel derrotaron la ofensiva de Batista contra la Sierra Maestra y éste dispuso abrir un nuevo frente guerrillero en las inmediaciones de Santiago y fortalecer las fuerzas que operaban al mando del comandante Raúl Castro, en las inmediaciones de la Sierras de Cristal, además decidió algo que a la postre fue decisivo, enviar dos columnas invasoras a la región central de país, una al macizo montañoso del Escambray y otra al norte de la provincia de Las Villas, convulsionando a las desmoralizadas fuerzas batistianas, al tiempo que la resistencia clandestina en ciudades y poblados actuaban contra el enemigo, saboteando y realizando acciones de propaganda revolucionaria. Las condiciones políticas estaban maduras objetiva y subjetivamente para el triunfo revolucionario.

El 28 de agosto de 1958 aterrizaron en una avioneta con armas y pertrechos, en un lugar conocido como “cayo Espino”, en las inmediaciones de la Sierra Maestra, Pedro Luis Díaz Lanz[14]  y el agente CIA por contrata Frank Sturgis, con instrucciones  de entrevistar a Fidel Castro y comprobar la alegada presencia comunista en la guerrilla. Según relató éste último en un libro autobiográfico, se entrevistó con el líder revolucionario y pudo comprobar que aquellas acusaciones eran infundadas, algo que informó en noviembre, al bajar de la montaña a Santiago de Cuba, al oficial CIA y vicecónsul norteamericano, Robert Wichea, que desde esa plaza tenía un “puesto de avanzada” para de observar y tratar de influir el desarrollo de la lucha armada en el oriente cubano.

Sin embargo, ya era tarde, la guerra de liberación se había generalizado en el país y en todas las provincias se combatía a la dictadura.

En aquellos días, los esfuerzos de la administración de Eisenhower por salvar a la dictadura fueron supremos y multilaterales. Después de celebrada la farsa electoral de noviembre de 1958, donde como era de esperar, ganó el candidato gubernamental, el presidente norteamericano envió a dos emisarios a Cuba: William Pawley, ex embajador y dueño de la fábrica de gas de la Habana y una línea de ómnibus urbanos y al inspector general de la CIA Lyman Kirkpatrick para persuadir a Batista de que ya era hora de retirarse. Sin embargo, Batista no hizo caso de los consejos de sus amos y ya se conocen los resultados.

El 24 de diciembre de 1958 en una operación combinada del FBI, seguidores de Carlos Prio y la policía batistiana[15], utilizando al ex marine norteamericano Alan Robert Nye trataron de asesinar a Fidel Castro en las inmediaciones de Bayamo,  en plena ofensiva revolucionaria. El yanqui que debía entregarse a los rebeldes y “pasar” por simpatizante de su causa, solicitaría una entrevista con el dirigente, para en un descuido, asesinarlo, con las armas que le entregaron y huir al amparo de las tropas batistianas. Este hecho fue conocido por los tribunales revolucionarios en febrero de 1959, juzgado y sancionado, poniendo en evidencia hasta qué punto las autoridades norteamericanas se involucraron en hacer fracasar la revolución, asesinar al líder revolucionario y proteger a Fulgencio Batista.

La dictadura fue derrocada precisamente aquel fin de año y como Fidel Castro antes había expresado, era a partir de entonces que comenzaba la verdadera Revolución. Cuba cambio política, social, cultural y económicamente, transformándose en faro de luz y esperanza para todos los pueblos del Continente, su solidaridad no ha tenido fronteras, miles de médicos, personal de salud, maestros, instructores de arte y deporte han recorrido el Mundo, y ello ha formado un cubano más culto, libre, inteligente, solidario y honrado, elevando sus niveles de vida materiales, culturales, espirituales y morales. Ese es el legado de Fidel, del cual nos sentimos orgullosos todos los cubanos y que será bandera de combate y victorias.


[1] James Monroe, primero secretario de estado y luego presidente de Estados Unidos.

[2] Meyer Lansky de la mafia judía de Nueva York, fue durante muchos años segundo al mando de Luky Luciano, “capo de tuti le capi”, quien en 1947 reunió en el hotel nacional de la Habana, a los principales jefes de familias mafiosas de USA para repartirse lo que sería “las Vegas del Caribe”: Cuba.

[3] Partido Revolucionario Cubano, PRC, “autentico” que comandó el ex presidente Ramón Grau San Martín, un politiquero corrupto, que designó como sucesor a Carlos Prio, un conocido corrupto y drogadicto.

[4] Fulgencio Batista, dictador y presidente de Cuba durante los periodos de 1935 a 1945 y luego de 1952 a 1958.

[5] Graciela Pogolotti destacada escritora e intelectual cubana

[6] David A. Phillips, cuyas oficinas estaban en la calle Humboldt 6 Vedado

[7] Afirmamos que sorprendió, en tanto casi todos los jefes mafiosos pudieron huir, al parecer convenientemente alertados

[8] Nazario Sargent, William Morgan, Armando Fleites, Jesús Cabrera, Plinio Prieto, Sinesio Walsh entre otros.

[9] Celia Sánchez Manduley ayudante de Fidel Castro

[10] Frank País jefe de acción del movimiento 26 de julio y la resistencia en Santiago de Cuba. Estrecho colaborador de Fidel

[11] Maria Antonia Figueroa, colaboradora del Movimiento 26 de Julio

[12] Idem

[13] Idem

[14] Pedro Luis Díaz Lanz, ex comandante de la fuerza aérea rebelde y más tarde desertor y agente de la CIA

[15] Al mando del coronel Orlando Piedra Negueruelos, jefe de Buró de Investigaciones, un similar al FBI yanqui.

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